Desde que hay algo que contar, hay periodistas; desde que hay carreras de periodismo, hay ilusos que pretender encontrar ahí la puerta a ese mundillo ¿Cuáles son los detalles que los delatan? ¿Qué temen, odian y aman de sus estudios? ¿Es cierta la leyenda de que libran dos días a la semana y con algunos días flojos?
La Dispensa se ha puesto a hablar con múltiples estudiantes de periodismo (que no eran ellos mismos), y ha indagado en los secretos de la carrera a la que dedican no muchas horas. En primer lugar, las motivaciones más frecuentes para entrar son: “curiosidad por la profesión y por el mundo”, “la nota no daba para X”, “ya trabajaba en un medio antes”, “me apasiona el Marca” o “me cambié aquí porque odiaba X carrera (de ciencias)”. Por lo general, las motivaciones para entrar en periodismo, excepto en el caso de los que ya estaban ahí cuando llegamos, tienen que ver con la curiosidad, con las ganas de elegir una carrera o con las nulas ganas de escoger otra. A partir de ahí, es común ver que todos construyen nuevas justificaciones por las que están aquí, como “la necesidad de renovar/arreglar la profesión”, “el compromiso necesario con la información veraz y rigurosa que hoy no hay”.
A día de hoy, como decimos, la descripción que hacen del mundillo académico y profesional es bien distinta. Muchos se quejan de la abundancia de profesores que siguen el modelo “diapositivas – chapa – examen”, aunque se reconocen honrosas excepciones en numerosas prácticas a lo largo de la carrera, como Radio o Televisión Informativa. El mundo académico puede basarse en “verdaderas chorradas” como repetir cien veces qué es un crossmedia, que el titular debe ir más grande y arriba para captar la atención (¡gracias!) o que es bueno beber agua antes de hablar en radio; lo cual sería solo anecdótico si no fuera porque es materia de examen.
Yendo directos a confirmar mitos y leyendas urbanas, el nivel de estudios/fiestas es, según los periodistas bueno, muy bueno, para ser honestos. Es cierto que no hay tantas asignaturas por cuatrimestre y que los días libres suelen situarse en viernes. Toda crítica a los periodistas en este flanco suele ser cierta, pero también es cierto que muchos complementan abundantemente su inactividad. Becas, colaboraciones, complementos o cursos de idiomas son habituales en los horarios del periodista, que intenta escapar de un desempleo probable engordando su currículo. La mayoría de los entrevistados teme no encontrar trabajo como periodista tras la carrera o que la función que desempeñen no esté ni bien pagada ni tenga importancia.
En otro apartado, les hemos preguntado por sus personajes habituales de clase. Nos hemos encontrado con tres típicos personajes de toda clase de periodismo, como la/el que está en una radio o periódico de su pueblo desde los trece años; la/el que no viene nunca a clase, pide apuntes el último día y siempre aprueba o la/el que tiene cuatro minijobs y vive cual estudiante de derecho y economía.
En un plano amplio, la progresión observada en esos cuatro años de carrera es quizás ese abandono del periodismo ideal y riguroso en favor de una visión más crítica de la carrera o de mayor interés por encontrar un trabajo sea cual sea. De cualquier manera, hay mucho optimismo entre los estudiantes que no tienen reparos en bromear con las malas perspectivas laborales y están bastante contentos y orgullosos de la decisión tomada.
Isidro Ruiz de Osma Díaz